Dios, ¿Cómo Quieres que Edifiquemos Tu Casa?
(English & Español)
por Raimer R.
7/2/2025
PDF: ARTICULO: Dios, ¿Cómo Quieres que Edifiquemos Tu Casa?
Duele el corazón de Dios—y también el mío—ver a tantos “creyentes” y “ministros de Dios” (pastores, evangelistas, apóstoles y más) persiguiendo sombras de su llamado. Se mueven cerca de lo que Dios ha ordenado, pero nunca llegan al centro. Tienen mucho entusiasmo, pero poca sabiduría. Muchos se lanzan a todo lo que parece un “sí” de parte de Dios, pero terminan agotados, sin dirección clara, guiados más por impulsos carnales que por la voz de Dios. Confunden actividad con misión, ambición humana con propósito divino, y números de asistentes con fruto verdadero.
Las medidas que usan para definir “éxito” revelan lo que realmente valoran. Preguntan: “¿Cuántos asistieron? ¿Qué tan carismático fue el predicador? ¿Cuántos hicieron la oración de salvacion?” Pero casi nunca preguntan: “¿Estamos formando verdaderos seguidores de Jesús—personas que se niegan a sí mismas, toman su cruz y lo siguen cada día? ¿Están abrazando a Jesús como Salvador y como Señor de sus vidas?” El Padre no se deja engañar por emociones fuertes ni por números inflados. Sí, Él es misericordioso. Sí, Él a veces se mueve incluso en reuniones llenas de emoción pero sin profundidad. Pero ¿quién cuida el corazón de esos nuevos creyentes después del evento? ¿Quién los acompaña hacia la madurez? ¿Quién les enseña a permanecer, obedecer y crecer?
Demasiadas veces, los líderes están demasiado ocupados para ser santos—tan enfocados en el trabajo del ministerio que no permiten que Dios haga en ellos un trabajo profundo de transformación. Viven un evangelio de actividad, no de intimidad; de movimiento, no de devoción. Y así, reproducen lo que ellos mismos son: siervos ocupados que casi nunca se sientan a los pies de Jesús.
Temo que estamos predicando un evangelio incompleto, o uno más completo que nosotros mismos no hemos tomado en serio. Ofrecemos una versión de iglesia más basada en métodos heredados que en revelación divina. En lugar de buscar al Señor para saber cómo Él quiere formar a sus discípulos, nos aferramos a tradiciones—muchas de ellas quebradas, antiguas o incluso contrarias a la Biblia. Pocos se hacen las preguntas difíciles. Pocos examinan cómo su iglesia está haciendo discípulos. Pocos llevan la carga de edificar bien.
¿Hemos olvidado las palabras de Jesús? En su advertencia de “Jamas los conocí” (Mateo 7:21-23), los que hicieron grandes obras en su nombre fueron rechazados—no por falta de actividad, sino por falta de relación. La Parábola de los Talentos (Mateo 25:14-30) no se trata de hacer “cualquier cosa”, sino de hacer lo que agrada al Señor, con fidelidad y sabiduría. Y en la Parábola del Hombre Sabio y el Necio (Mateo 7:24-27 y Lucas 6:46-49), el hombre sabio no solo construyó—cavó profundo hasta llegar a la roca. Pero hoy, muchos líderes construyen rápido y superficial, contentos de edificar sobre fundamentos comprometidos solo porque “así lo aprendieron”. Honran más la herencia que la verdad, y la conveniencia más que la convicción.
Es una tragedia que la Iglesia muchas veces sea más influenciada por personalidades carismáticas y estrategias del mundo que por una revelación fresca de Dios. ¿El resultado? Una cultura de atajos—planes disfrazados de estrategias, y una carrera por “números, edificios y billetes”, en lugar de cuidar a la Novia de Cristo con temor y temblor.
El tiempo de volver al Señor es ahora. Es tiempo de dejar atrás los planos prestados. De clamar desde el lugar secreto: “Dios, ¿cómo quieres que edifiquemos Tu casa?” Ya no hay espacio para una administración a medias. Lo que construyamos ahora debe estar cubierto en oración, enraizado en la Palabra, probado por el fuego y alineado con el cielo—o no resistirá el sacudimiento que esta por venir.