Autocontrol y Dominio Propio
Raimer Rojas
Hace poco, mientras reflexionaba sobre el discipulado y el papel del autocontrol en la vida cristiana, me encontré con un hallazgo interesante. En inglés hablamos de "self-control" (autocontrol), mientras que en español la traducción más común es dominio propio. A primera vista parecen equivalentes, pero cada término resalta un matiz distinto.
En los contextos angloparlantes, el énfasis suele estar en la formación gradual y disciplinada, en los hábitos que se consolidan paso a paso. En cambio, en los contextos hispanohablantes, dominio propio subraya la autoridad inmediata de gobernarse a uno mismo en decisiones concretas. Ambos enfoques tienen riqueza, pero también límites si se toman de forma aislada.
Lo que descubrí es que autocontrol y dominio propio no son rivales, sino aliados. En la vida cristiana, ambos son dones del Espíritu (lo que Jonathan Edwards llama “Afectos Santos”: las emociones y motivaciones internas, dadas por Dios, que orientan nuestro corazón y nos mueven hacia Él) que nos ayudan a crecer y a permanecer firmes en Cristo, aunque cada uno resalta un matiz distinto. Cuando entendemos los dos, nuestra visión del discipulado se vuelve más completa, más rica y más práctica para la vida diaria.
En la vida cristiana, tanto autocontrol como dominio propio son dones del Espíritu que nos ayudan a crecer y a permanecer firmes en Cristo, aunque cada uno resalta un matiz distinto.
Autocontrol describe el proceso gradual por el cual el creyente se transforma día tras día. Es lo que sucede cuando nos motivamos a tomar pasos concretos y practicar disciplinas espirituales que promueven un crecimiento constante. El autocontrol nos prepara día a día, formando disciplina y madurez necesarias para caminar con Cristo y, en el proceso, llegar a ser cada vez más semejantes a Dios.
Dominio propio, en cambio, resalta la capacidad de ejercer autoridad inmediata sobre uno mismo. Es la decisión firme en el momento de la tentación: decir “no” al pecado y “sí” a Cristo. Mientras que el autocontrol nos entrena para el crecimiento a largo plazo, el dominio propio nos capacita para actuar con firmeza en el instante de la prueba.
En otras palabras, el autocontrol nos forma progresivamente para vivir en obediencia, y el dominio propio nos fortalece para responder con autoridad en el momento de la lucha. Ambos se complementan y son esenciales para nuestro aprendizaje y madurez en Cristo.
En la vida cristiana, el autocontrol y el dominio propio son dos aspectos complementarios de la obra del Espíritu en nosotros, cada uno abordando una dimensión diferente del discipulado. Para comprender mejor la riqueza de estos términos, es útil mirar las palabras originales detrás de las traducciones bíblicas de autocontrol y el dominio propio.
Hebreo (Dominio Propio; Autogobierno / מָשַׁל – mashal):
En las Escrituras Hebreas, la palabra más cercana a “autogobierno” es מָשַׁל (mashal), que significa “gobernar” o “tener autoridad sobre”. La idea detrás de este dominio propio se centra en ejercer autoridad inmediata sobre uno mismo—gobernar nuestro propio espíritu de manera decisiva en el momento de una elección moral. No se trata tanto de desarrollar fuerza gradualmente, sino de actuar como el gobernante de nuestro corazón frente a la tentación. Proverbios 16:32 y 25:28 ilustran esto claramente: una persona que no puede gobernarse a sí misma es como una ciudad sin murallas, expuesta y vulnerable. En Génesis 4:7, Dios le dice a Caín que gobierne sobre el pecado, enfatizando el dominio decisivo “aquí y ahora.” El pensamiento hebreo en general presenta el autogobierno como obediencia responsable y autoridad sobre uno mismo momento a momento.
Griego (Autocontrol / ἐγκράτεια – enkráteia):
En el Nuevo Testamento, el término griego ἐγκράτεια (enkráteia) transmite literalmente la idea de tener dominio o poder dentro de sí mismo. En el griego clásico, se refería a la restricción disciplinada de los deseos y apetitos, desarrollada a menudo con el tiempo mediante práctica consistente, como un atleta entrenando o un filósofo practicando la moderación. Pablo coloca la enkráteia entre los frutos del Espíritu (Gálatas 5:23), presentándola como un proceso gradual de crecimiento formado por el Espíritu que moldea el carácter y la semejanza a Cristo con el tiempo. El énfasis aquí está en la disciplina constante y la formación progresiva, más que en momentos aislados de acción decisiva.
Distinción Clave:
Hebreo / Dominio Propio: Autoridad inmediata y decisiva sobre uno mismo en la elección moral.
Griego / Autocontrol: Restricción progresiva y formada por el Espíritu que moldea el carácter con el tiempo.
Juntas, estas dos dimensiones son complementarias, no opuestas. Una nos capacita para actuar con decisión ante la tentación; la otra nos guía en la formación paciente de un carácter semejante a Cristo. Ambas muestran cómo actúa el Espíritu en nosotros: ayudándonos a resistir en el momento y, al mismo tiempo, creciendo de manera constante en santidad.
Autocontrol (proceso gradual de crecimiento en disciplina):
“Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.” (1 Corintios 9:25, RVR1995)
“En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio." (Gálatas 5:22-23a, NVI)
“En vista de todo esto, esfuércense al máximo por responder a las promesas de Dios complementando su fe con una abundante provisión de excelencia moral; la excelencia moral, con conocimiento; el conocimiento, con control propio; el control propio, con perseverancia; la perseverancia, con sumisión a Dios." (2 Pedro 1:5–6a, NTV)
“Todo aquel que participa en los juegos se impone una disciplina estricta en todo.” (1 Corintios 9:25, NTV)
Dominio Propio (autoridad inmediata sobre uno mismo):
“Entonces el Señor le dijo: '¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué andas cabizbajo? Si hicieras lo bueno, podrías andar con la frente en alto. Pero si haces lo malo, el pecado está a la puerta para dominarte. No obstante, tú puedes dominarlo.'” (Genesis 44:6-7, NVI)
“Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal ni obedezcan a sus malos deseos. No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la Ley, sino bajo la gracia.” ( Romanos 6:12-14, NVI)
“Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte, y el que domina su espíritu, que el que toma una ciudad.” (Proverbios 16:32, RVR1995)
“No nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7, NVI)
“Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.” (Proverbios 25:28, RVR1995)
“Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor y en la paciencia.” (Tito 2:2, NVI)
Perspectiva Angloparlante → Autocontrol (Self-control)
Énfasis: Proceso gradual, hábitos y disciplina paso a paso.
Fortaleza: Forma constancia y perseverancia a largo plazo.
Límite: Puede quedarse en un proceso interminable sin decisiones firmes.
Perspectiva Hispanohablante → Dominio propio
Énfasis: Autoridad inmediata para gobernarse a uno mismo.
Fortaleza: Da claridad y determinación para tomar decisiones aquí y ahora.
Límite: Puede exigir resultados rápidos sin valorar el proceso formativo.
Dominio Propio
Nuestra parte: En el momento de la tentación, debemos decidir gobernar nuestro propio espíritu y escoger la obediencia a Dios. Se trata de actuar con autoridad sobre nosotros mismos “aquí y ahora.”
La parte de Dios: El Espíritu nos da sabiduría, convicción y fuerza para que no enfrentemos la decisión solos.
Autocontrol
Nuestra parte: Con el tiempo, practicamos la moderación y vamos formando hábitos de oración, disciplina y obediencia. Se trata de una fidelidad constante y diaria.
La parte de Dios: El Espíritu va transformando poco a poco nuestro corazón, formando en nosotros el carácter de Cristo a medida que caminamos con Él.
Juntos: Uno nos capacita para mantenernos firmes en cada batalla; el otro nos sostiene en el camino a lo largo de toda la vida. Ambos son obra del Espíritu en nosotros, pero también requieren nuestra respuesta de fe y obediencia.
Al reconocer que estos dos términos no son rivales sino aliados, comprendemos que el discipulado no se limita únicamente a la formación de hábitos ni exclusivamente a la toma de decisiones, sino que integra ambos aspectos en perfecta unidad. Uniendo estos dos énfasis descubrimos que el discipulado es tanto la disciplina paciente del autocontrol como la firmeza del dominio propio. El Espíritu nos concede estas dos dimensiones para vivir una vida centrada en Cristo, perseverar en el camino y decidir con valentía en el momento de la prueba.
“Uno nos mantiene en la lucha, de batalla en batalla, mientras el otro nos mantiene en el camino a largo plazo.”
“Uno nos ayuda a mantenernos firmes en cada batalla, mientras el otro nos guía con constancia a lo largo del camino de toda la vida.”
“Uno nos mantiene luchando contra la tentación día tras día, y el otro va formando nuestro carácter a lo largo del camino.”
“Uno nos equipa para cada lucha inmediata, y el otro nos va moldeando poco a poco a la semejanza de Cristo.”