Dejar y Unirse
Génesis 2:24 y Mateo 19:5–6
Un Principio Matrimonial
Un Principio Matrimonial
(Génesis 2:24; Mateo 19:5–6)
“Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” —Génesis 2:24
Dejar = cambiar la lealtad principal. Ya no es papá y mamá primero, ahora es tu esposo o tu esposa.
Unirse = unirse profundamente, como pegamento fuerte. No es algo temporal, es permanente.
Una sola carne = unidad completa: espiritual, emocional, física y práctica.
Dios espera que la pareja forme un nuevo hogar donde Cristo sea el centro.
Cuando una pareja se casan, Dios les da nuevas responsabilidades:
Primero tu pareja: tu esposo/a ahora es tu prioridad antes que tu familia de origen.
Perseverar en las pruebas: las dificultades no son señales de fracaso, son oportunidades para crecer juntos.
Cuidarse mutuamente: proteger, proveer, animar, y consolarse en lugar de buscar refugio en la familia de origen.
Honrar a los padres: siempre con respeto, pero sin permitir que ellos dirijan el matrimonio.
Rompe el pacto: el matrimonio es un compromiso delante de Dios, no un contrato que se rompe cuando se complica.
Debilita la confianza: si uno siempre tiene un “plan B,” nunca se entrega del todo al otro.
Estanca el crecimiento: los conflictos trabajados en unidad producen madurez y amor profundo.
A veces, por amor, los padres dicen: “Si algo va mal, aquí tienes tu casa.” Pero eso puede hacer más daño que bien:
Salida fácil: Le da a la pareja una salida fácil, en vez de motivarlos a resolver sus problemas.
División de lealtades: Puede crear división de lealtades: ¿a quién escucha la esposa o el esposo—su pareja o sus papás?
Impide la unión: Impide que el nuevo matrimonio se consolide como Dios manda.
El verdadero apoyo de los padres es orar, aconsejar con sabiduría, y animar a la pareja a caminar juntos, no a separarse.
Cuando obedecemos este diseño, Dios promete:
Unidad creciente: dos vidas realmente llegan a ser una.
Madurez en el amor: la pareja aprende paciencia, perdón, y fidelidad.
Nuevo hogar fuerte: que honra a los padres, pero vive bajo la dirección de Cristo.
Testimonio al mundo: un matrimonio que permanece muestra la fidelidad de Dios.
“Dejar y unirse no es rechazar a los padres, sino formar un nuevo hogar en unidad, sin salidas fáciles, confiando en Dios para sostener el pacto.”
Si no se entiende y practica:
El matrimonio queda débil y dividido en sus lealtades.
La pareja no aprende a resolver conflictos juntos.
Los padres pueden ocupar un lugar que solo le corresponde al cónyuge.
El amor y la confianza nunca llegan a madurar.
Pero cuando se abraza este principio:
La pareja forma un nuevo hogar sólido, con identidad propia en Cristo.
El matrimonio se convierte en una escuela de madurez, fidelidad y perdón.
Los padres son honrados de manera saludable, sin sustituir el lugar del cónyuge.
El amor crece en unidad, seguridad y permanencia.
Es como un cimiento: si falta, la casa (matrimonio) se tambalea; si está bien puesto, puede resistir tormentas.